Estimados seguidores:
Lo primero, disculparme por haber dejado el blog en barbecho. Los más próximos ya sabéis que estos últimos tiempos he estado muy ocupado. Y tampoco es que tenga suficiente, pero los viejos camaradas de la redacción de Fútbol Británico hemos decidido compartir espacio y tiempo.
Así que me podréis seguir leyendo en The Old Mates Pub, donde os serviremos gustosos una pinta de buen fútbol.
jueves, 27 de septiembre de 2018
jueves, 9 de mayo de 2013
Gracias, Mr Moyes, buena suerte
publicado en Fútbol Británico
David William Moyes, entrenador de fútbol, rey de Goodison Park las últimas once campañas, se ha ido. Se ha ido a un equipo con más presupuesto, con más posibles, que dirían los castizos. Se le echará mucho de menos en la orilla azul del Mersey.
Llegó en el momento más bajo de la reciente historia de Everton. Los Toffees son uno de los clubes más laureados de Inglaterra (9 ligas) y, allá por el 2002, luchaban por sobrevivir en Premier League. Era un equipo cuyo delantero titular era Danny Cadamarteri bajo la dirección de Walter Smith y que flirteaba con el descenso. Y así, un 14 de marzo, recomendado por el técnico saliente, David Moyes dejaba Preston North End para firmar por los de Goodison.
La temporada terminó con tranquilidad y evitando males mayores. Y comenzó su primera temporada completa con fichajes que le permitiesen modelar un equipo acorde a su carácter y exigencias: solidez defensiva y trabajo duro. Y así, Everton empezó a ser visto como un equipo de fútbol primitivo y directo, algo injusto y superficial puesto que lo que subyacía era un trabajo colectivo ante la falta de talento, algo que iría corrigiendo poco a poco.
La economía de Everton estaba muy restringida, por lo que la capacidad de Moyes para mejorar la plantilla fue la gran virtud de la que se benefició Goodison. El escocés convenció a gente como Ginola o Blomquist para que pusiesen su talento al servicio de los Toffees, mientras fortaleció su defensa con el internacional nigeriano Joseph Yobo.
Las expectativas cambiaron, por primera vez en muchos años los Toffees se asomaron a los primeros puestos de la clasificación, algo que pasaría a ser lo habitual en años venideros.
Y también hubo que cortar amarras con el pasado.
Para los que piensen que Moyes no ha tenido que controlar un vestuario de egos, es porque no saben de sus enfrentamientos con una leyenda de Everton: Duncan Ferguson. Fue el técnico que terminó sentándole y haciéndole saber que su carrera había terminado. Cuando alguien hable de divas en su vestuario, recuerden que puso firme al tipo más duro que jamás pisó un campo de fútbol.
Los mejores años estaban por venir, así como el listado de aciertos en el mercado. Capítulo especial merece Tim Cahill, procedente de Milwall por la irrisoria cifra de un millón y medio de libras, un chiste por un media punta capaz de aportar goles y entrega. Hay que reseñar los más destacados: Phil Neville, Tim Howard, Leighton Baines, Joleon Lescott, Marouane Fellaini, Steven Pienaar, Seamus Coleman, Phil Jagielka…
Llevó a Everton a romper el Top 4 en la 2004-05. Lo hizo en el año que traspasó a la joven perla de la cantera, Wayne Rooney, con el que, digámoslo suavemente, no se llevó muy bien. El fútbol de los Toffees fue mejorando sin perder su capacidad de sufrimiento y solidez. Empezó la campaña con un centro del campo en el que destacaba la calidad de Thomas Gravesen. Obviamente, la mejora llegó con su traspaso al Real Madrid, puesto que el dinero se utilizó para incorporar, primero cedido, luego definitivo, a Mikel Arteta, un jugador que revolucionó el centro del campo y que formó una sociedad letal con Cahill.
La calidad del fútbol exhibido los últimos años no tiene nada que ver con el de la llegada de Moyes. Hoy, los Toffees luchan por puestos europeos trabajo mediante, sí, pero apostando por llevar el peso del partido y un exquisito trato del balón, mucho mejor del que se le reconoce toda vez que se le encasilló en un estilo anacrónico y directo. Sigue siendo un técnico de la vieja escuela, del clásico fútbol británico que abuchea a los que fingen y que premia la entrega, pero de planteamientos mucho más modernos y capaz de plantar cara a rivales a priori superiores con recursos limitados.
Y esos recursos limitados han propiciado su salida. Nunca ha querido marcharse de Goodison, su gran desafío era construir un club a su imagen y semejanza, algo como lo que hizo (qué ironía) Sir Alex Ferguson en el Manchester United. Y estuvo cerca. La gran apuesta del propietario, Bill Kenwright pasaba por construir un nuevo estadio en las afueras de Liverpool, en Kirkby. Pero el proyecto no fructificó y con ello se perdió la gran baza para captar un inversor que dotase al club con las herramientas necesarias para el éxito en estos tiempos. Y eso limitó el techo que David Moyes podía lograr con Everton.
Devolvió a su sitio a un grande, rescatándolo del declive. Por ello, aun sin títulos, será por siempre un grande de Goodison.
Gracias, Mr Moyes, buena suerte.
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viernes, 8 de febrero de 2013
El Beso de la Muerte
(publicado en Futbol Británico)
El Emperador Musa de Malí, como buen devoto musulmán, realizó su peregrinación a La Meca en el 1324. La caravana que organizó de Tombuctú a la primera ciudad del Islam fue la más opulenta jamás vista, una ostentosa procesión de oro que repartió con los pobres y las ciudades que atravesó.
Sin
embargo, se produjo un efecto fácilmente previsible para los que tienen
unos mínimos conocimientos de economía básica: inflación. Y es que la
entrada de oro hizo que la correspondencia entre términos reales y
monetarios se modificase, disparándose los precios, por lo que unos
siguieron siendo igual de ricos y otros aún más pobres.
Justo
lo que ha estado sucediendo con los exóticos pretendientes a las
doncellas de nuestros amores, los clubes de fútbol. Cuando Roman Abramovich adquirió el Chelsea,
muchos se alegraron de la entrada de capital fresco en las arcas
gracias a traspasos. Su dinero sirvió para adquirir jugadores de nivel,
desembocando en la consecución de títulos de liga, copa y la pasada Champions League,
pero a base de sobrepagar por traspasos para fichar a voluntad,
produciendo la obvia inflación en el mercado futbolístico. Un dato: al
término de la temporada 2004-2005, había gastado 140 millones. No, de
euros no, de libras.
Cuando el Jeque Mansour bin-Zayed abrió la bolsa para jugar al Football Manager
con personas de carne y hueso, empezó un proceso mucho más acentuado de
inflación, elevándose sueldos y salarios y las cuantías por traspaso
hasta niveles que desvirtúan definitivamente la competición. No sólo
mediante el empobrecimiento generado por la entrada de capital sin
correspondencia real, sino por la acumulación de jugadores más allá de
los necesarios para completar una plantilla con el mero fin de eliminar a
la competencia.
Si el valor del fútbol fuesen
100 unidades, antes se compraban por 100 millones de libras, ahora por
1000 millones aunque sólo son 100, no ha habido un incremento del valor
real de las cosas, sino una variación en el paradigma de la propiedad:
es como si se emitiesen acciones y, en lugar de repartirse
proporcionalmente a los clubes según su valor, se las quedase el
generoso inversor, inversión que no es más que una apropiación que
conlleva el empobrecimiento general del resto de la liga.
Sí,
sube el valor monetario de los jugadores en los demás clubes pero
también conlleva un aumento del coste de sueldos y salarios. Si, además,
traspasas un jugador a uno de los generosos inversores, no estás
recibiendo mucho más de lo que vale, recibes el precio ajustado al nuevo
paradigma de mercado. No ganas, simplemente no pierdes. Ah, un efecto
secundario es que las entradas también son más caras. Y las camisetas.
Vamos, que también nosotros somos un poco más pobres.
Y si el jeque de turno se aburre de su jueguecito, puede pasar lo que le pasó al Portsmouth. Sí, era un equipo histórico inglés, consiguió incluso una FA Cup en 2008. Hoy está al borde de la desaparición, languidece en League 1 tras ser descendido de Championship al
entrar en administración por segunda vez en dos años. Y es que si hay
que pagar los sueldos comprometidos con los recursos iniciales, la vía
de agua está abierta y no hay posibilidad de taparla, abocándose el club
al naufragio sin remedio.
Las nuevas medidas que ha aprobado la Premier League para limitar las pérdidas en sus clubes no deben verse como medidas anti-City,
sino como un sistema justo de protección del producto que mantendrá una
competencia entre los diferentes clubes, evitando una polarización de
la liga en la que los ricos sean cada vez más ricos y el resto, cada vez
más pobres. Por eso, estas medidas no impiden el romance entre el Rey Shahriar y Sherezade, sino que impiden que, su beso, sea el beso de la muerte.
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jueves, 4 de agosto de 2011
Alí Babá y los 40 representantes
Agosto de 1988. Jesús Gil aprovecha el Trofeo Carranza para hacerse con los servicios de Paulo Roberto y Bernardo, defensas del Vasco da Gama, pero contra todo pronóstico cambia de objetivo y cierra el fichaje de un mediocentro defensivo al que la prensa pone en duda pero que viene con el aval de Baltazar, el ariete rojiblanco: «no se equivoque presi, el bueno es éste». Y así llegó Donato Gama da Silva, bajo sospecha, pero que se mostró como uno de los más rentables de Gil.
Esta breve anécdota de paleobalompié (23 años ya son años) ilustra cómo se puede escuchar la voz adecuada a la hora de fichar. Hoy, por contra, tenemos abundancia de lo contrario, porque hoy es la era del esplendor de los representantes-intermediarios-agentes, la era de García Quilón, de Jorge Mendes, de Ernesto Bronzetti... de los que se han hecho dueños del fútbol y lo parasitan en connivencia con directivos no muy recomendables.
Como muestra, un botón: el moroso Zaragoza, el que es incapaz de hacer frente a pagos acordados con otros clubes de nuestra Liga y que es líder en deudas, no sólo no desciende de categoría sino que disfrutará de los servicios de Roberto, ex-arquero del Atlético de Madrid y del Benfica, gracias a la intervención de un fondo de inversión que se hace con los derechos del jugador mientras que los maños apenas aportan por adquirir sus derechos federativos. No, no es que se haya producido un ataque de generosidad de un grupo especulador (mal llamado inversor) sino que imponen un jugador para que se revalorice y poder traspasarlo en el momento en que ese grupo decida y por el precio que decida.
No suena muy bien, pero hay que volver a un pasado -algo más inmediato- para ilustrarnos con un caso similar: Carlos Tévez, Javier Mascherano y el West Ham. Ambos jugadores pertenecían a Media Sport Investment, grupo interesado en adquirir a los Hammers, pero como no se reflejó claramente que la propiedad no era del club de Londres, el caso llevó a la multa más elevada jamás impuesta a un club de fútbol: 8 millones de euros.
La principal razón que lleva a aplaudir esta sanción es que los intereses de un grupo inversor no tienen por qué coincidir con los del club, y no hablo de intereses legítimos (un traspaso más elevado) sino no-tan-cristalinos. Y es que la propiedad de terceras personas ha sido vetada en el fútbol inglés mientras que está permitida en sitios como Portugal, Turquía y España, países que tienen en común escándalos de amaños de partidos. Bueno, no, España no, porque en España nunca pasa nada.
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lunes, 27 de junio de 2011
Están locos estos británicos
La Asociación Olímpica Británica emitió un comunicado que, pasando desapercibido fuera del mundo anglosajón, tiene una gran relevancia: a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 acudirá una selección de fútbol compuesta por jugadores de todo el Reino Unido. Es decir, veremos a escoceses, galeses, norirlandeses e ingleses bajo la misma bandera, la Union Jack, compartiendo camiseta y anhelo por el oro olímpico.
Eso que parece tan normal, que los jugadores de un país conformen una única selección, no lo es en el caso británico. La peculiaridad estriba en que las federaciones británicas tienen el estatus de fundadoras, manteniendo su representación independiente en FIFA y con votos especiales en la International Board, organismo que regula las normas del juego. Estas federaciones están representadas por sus propias selecciones en competiciones organizadas por UEFA y FIFA... pero no en el caso de los Juegos Olímpicos.
La búsqueda de las preseas es patrimonio exclusivo de estados representados por sus comités olímpicos, por lo que las selecciones británicas sólo pueden competir bajo una única bandera, la del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, ya que es la Asociación Olímpica Británica la tenedora de los derechos de representación. Unido... Union... deporte de equipo... pues ya tenemos la falta de sentido común reclamando su protagonismo en el centro del escenario: las federaciones de Escocia, Gales e Irlanda del Norte se han manifestado abiertamente en contra de la participación de sus jugadores en el combinado del Reino Unido.
Y no, no lo hacen en representación de sus jugadores, sino en virtud de una protección de «la identidad nacional de cada asociación», anteponiendo intereses políticos y anacrónicos al libre albedrío de ciudadanos británicos que participarían defendiendo la camiseta de la selección de su país, como ya se han postulado Aaron Ramsey, David Weir, Gregg Wylde, Kyle Hutton y Adam Matthews.
Estas cosas sólo pueden pasar en el Reino Unido. O no.
Eso que parece tan normal, que los jugadores de un país conformen una única selección, no lo es en el caso británico. La peculiaridad estriba en que las federaciones británicas tienen el estatus de fundadoras, manteniendo su representación independiente en FIFA y con votos especiales en la International Board, organismo que regula las normas del juego. Estas federaciones están representadas por sus propias selecciones en competiciones organizadas por UEFA y FIFA... pero no en el caso de los Juegos Olímpicos.
La búsqueda de las preseas es patrimonio exclusivo de estados representados por sus comités olímpicos, por lo que las selecciones británicas sólo pueden competir bajo una única bandera, la del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, ya que es la Asociación Olímpica Británica la tenedora de los derechos de representación. Unido... Union... deporte de equipo... pues ya tenemos la falta de sentido común reclamando su protagonismo en el centro del escenario: las federaciones de Escocia, Gales e Irlanda del Norte se han manifestado abiertamente en contra de la participación de sus jugadores en el combinado del Reino Unido.
Y no, no lo hacen en representación de sus jugadores, sino en virtud de una protección de «la identidad nacional de cada asociación», anteponiendo intereses políticos y anacrónicos al libre albedrío de ciudadanos británicos que participarían defendiendo la camiseta de la selección de su país, como ya se han postulado Aaron Ramsey, David Weir, Gregg Wylde, Kyle Hutton y Adam Matthews.
Estas cosas sólo pueden pasar en el Reino Unido. O no.
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miércoles, 15 de junio de 2011
El éxito se compra
El diario As ha publicado las cifras del reparto de los derechos de televisión en la Premier League, algo que no es habitual ver en los medios españoles. Y sí, como era de esperar, la comparación con la presunta "Mejor Liga del Mundo" es vergonzosa: la diferencia entre United y Blackpool es de 24 millones de euros, mientras que entre el FC Barcelona y la Real Sociedad es de 128.
Hemos leído una y mil veces las excelencias del vigente campeón de Europa, cómo su cantera produce jugadores y que su apuesta genera unos dividendos traducidos en forma de cuentas saneadas (!) y plantilla competitiva (y de la casa). Nada más lejos de la realidad, porque si bien sí juegan al nivel que todos hemos visto, la poesía desaparece cuando hurgamos en la tierra que nutre el invento.
Para empezar, aunque dispongan de una cantera prodigiosa, no pierden esos jugadores gracias a poder pagar salarios desproporcionados con el resto de equipos europeos: son profesionales a fin de cuentas, y por mucho que los colores tiren, la remuneración es un factor determinante en el equilibrio financiero de un club. ¿Alguien se cree de verdad que Messi no hubiera hecho las maletas a pastos más verdes si no le pagasen la fortuna que le están pagando? Y a los que digan que Piqué, Cesc y Arteta hicieron las maletas, expliquémosles que no fue por causas económicas, sino por una cuestión deportiva ya que no tenían sitio en el Barça de aquel momento.
Más grave aún, las desigualdades económicas derivadas del reparto televisivo les permite saquear plantillas de equipos rivales en la Liga: Alves, Villa, Milito, Keita, Adriano... ¿Rossi? Y no es de ahora, porque muchos recordamos el 'caso Rivaldo', que desactivó a un rival directo en la lucha por la Liga. Obviamente, si no eres Madrid o Barça eres vendedor forzoso por lo inviable del modelo actual de Liga.
Ni siquiera su modelo de juego es original, el mérito real es la acumulación de talento en todas las líneas, desarrollado en gran parte en la Masía, mantenido por alicientes económicos y con éxito deportivo garantizado casi al cien por cien desde el momento en que el expolio a los rivales nacionales les permite una competición sin sobresaltos.
Ganar la Champions también ha sido fruto de la ventaja producida en el reparto doméstico ya que, como se ha razonado, es un destino muy apetecible en lo deportivo pero, sobre todo, en lo económico. Ningún equipo inglés ingresa ni la mitad que el Barça, por lo que pueden fichar a quien quieran porque disponen de más medios para ello y con mucho menos control.
El otro gran beneficiado también practica el expolio, incluso es peor porque ni siquiera ofrecen un espectáculo agradable y no desarrollan talento propio, ahí sí que tiran de chequera. Y la culpa no es sólo de ellos porque, para que se beneficien, otros han tenido que votar a favor de ser robados. Hay quienes parecen que se han acostumbrado a ser cooperadores necesarios, pero lo que no se sabe es qué obtienen los más despojados. Y dan ganas de pensar muy mal.
Hemos leído una y mil veces las excelencias del vigente campeón de Europa, cómo su cantera produce jugadores y que su apuesta genera unos dividendos traducidos en forma de cuentas saneadas (!) y plantilla competitiva (y de la casa). Nada más lejos de la realidad, porque si bien sí juegan al nivel que todos hemos visto, la poesía desaparece cuando hurgamos en la tierra que nutre el invento.
Para empezar, aunque dispongan de una cantera prodigiosa, no pierden esos jugadores gracias a poder pagar salarios desproporcionados con el resto de equipos europeos: son profesionales a fin de cuentas, y por mucho que los colores tiren, la remuneración es un factor determinante en el equilibrio financiero de un club. ¿Alguien se cree de verdad que Messi no hubiera hecho las maletas a pastos más verdes si no le pagasen la fortuna que le están pagando? Y a los que digan que Piqué, Cesc y Arteta hicieron las maletas, expliquémosles que no fue por causas económicas, sino por una cuestión deportiva ya que no tenían sitio en el Barça de aquel momento.
Más grave aún, las desigualdades económicas derivadas del reparto televisivo les permite saquear plantillas de equipos rivales en la Liga: Alves, Villa, Milito, Keita, Adriano... ¿Rossi? Y no es de ahora, porque muchos recordamos el 'caso Rivaldo', que desactivó a un rival directo en la lucha por la Liga. Obviamente, si no eres Madrid o Barça eres vendedor forzoso por lo inviable del modelo actual de Liga.
Ni siquiera su modelo de juego es original, el mérito real es la acumulación de talento en todas las líneas, desarrollado en gran parte en la Masía, mantenido por alicientes económicos y con éxito deportivo garantizado casi al cien por cien desde el momento en que el expolio a los rivales nacionales les permite una competición sin sobresaltos.
Ganar la Champions también ha sido fruto de la ventaja producida en el reparto doméstico ya que, como se ha razonado, es un destino muy apetecible en lo deportivo pero, sobre todo, en lo económico. Ningún equipo inglés ingresa ni la mitad que el Barça, por lo que pueden fichar a quien quieran porque disponen de más medios para ello y con mucho menos control.
El otro gran beneficiado también practica el expolio, incluso es peor porque ni siquiera ofrecen un espectáculo agradable y no desarrollan talento propio, ahí sí que tiran de chequera. Y la culpa no es sólo de ellos porque, para que se beneficien, otros han tenido que votar a favor de ser robados. Hay quienes parecen que se han acostumbrado a ser cooperadores necesarios, pero lo que no se sabe es qué obtienen los más despojados. Y dan ganas de pensar muy mal.
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sábado, 4 de junio de 2011
Cuando los Toffees dominaban el Fútbol
Los más jóvenes sólo han conocido la era Premier League. Incluso, puede que ni siquiera hayan visto que la máxima categoría del fútbol inglés la ganase alguien aparte de Chelsea o Manchester United. Sí, no hace tanto que el Arsenal ganó su última liga, pero empieza a vérse como el equipo que dicen que juega bien, que apuesta por la cantera, pero que nunca gana. Y que nadie olvide a los Blackburn Rovers de Alan Shearer, campeones en el 96. Pero cuando alguien quita el polvo al fútbol inglés y ve más allá de los resúmenes, las promociones y mira más allá de la lucha por entrar en Champions, se encuentra con unos chicos de azul que, sin que nadie pueda explicar muy bien cómo, se las apañan para terminar en la parte alta.
Y eso, que es un éxito, sabe a poco.
24 de abril de 1985, una noche que está grabada a fuego en la memoria de los Toffees. El Bayern de Munich, uno de los más grandes equipos de Europa, visitaba Goodison Park en la vuelta de semifinales de la Recopa (aclaración para los más jóvenes: esta competición la disputaban los campeones de Copa). El resultado en el Olímpico de Munich había sido 0-0. Ambos conjuntos encabezaban sus respectivas ligas, los Toffees aún no habían encajado un solo gol en la Recopa. Prometía.
Goodison Park, la Venerable Dama, lucía abarrotado, una noche especial. Y los chicos de azul atacaban, y atacaban y creaban ocasiones. El fútbol británico ha sido denostado por estos lares con expresiones como "pelotazo largo", "patapum p'arriba" y similares, pero aquel Everton no era nada de eso. Directo, sí, pero con mucho criterio, jugando a una velocidad muy superior a la que estábamos acostumbrados a ver, con un despliegue físico importante mas no carente de técnica. Y sin marrullerías.
Pero fue Dieter Hoeness quien anotó en una contra, la única forma en la que los alemanes fueron capaces de crear peligro. Un jarro de agua fría para los ingleses que necesitaban ganar sí o sí el partido. Llegó el descanso y todo pintaba negro. Excepto para una persona: Howard Kendall. Su charla no ha trascendido, pero sí sabemos qué efecto tuvo.
La afición rugía. Los Toffees se volcaron y ¡vaya si lo hicieron! A los tres minutos de la reanudación, un saque de banda de Gary Stevens termina peinado por Graeme Sharp, lejos del alcance de Harald Schumacher. La defensa alemana era incapaz de contener el empuje de Sharp y Gray que, a los 72 minutos, anotó el 2-1. El Bayern, extenuado, aún encajó un tercero, obra de Trevor Steven, 3-1 en la noche más grande de Goodison.
Aquel equipo ganó la liga con ¡trece puntos! de ventaja sobre el segundo, el Liverpool. Si esa distancia parece grande, lo es más aún, pues en aquel tiempo las victorias sólo valían dos puntos. El 15 de mayo de 1985, en el estadio De Kuip, venció 3-1 al Rapid de Viena, en el que apuraba su tiempo Hans Krankl y figuraba una leyenda del fútbol, Antonin Panenka. Tres días después, el Manchester United truncó el Triplete al vencer en la prórroga a un agotado Everton.
Nombres para la memoria: Southall; Stevens, van den Hauwe, Ratcliffe, Mountfield; Bracewell, Reid, Steven, Sheedy; Sharp y Gray. Cuando los Toffees dominaban el Fútbol.
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