lunes, 6 de septiembre de 2010

Goodison Road, Liverpool, L4 4EL

Subimos a un taxi y dije “a Goodison”. El taxista respondió con un “¿perdón?” y le aclaré rotundo: “a Goodison Park”. No debió hacerle mucha gracia, menos aún cuando le dije que habíamos ido desde España sólo para ver el partido: “¿unos españoles que vienen a ver al Everton? Imperdonable”. Obviamente, era un Red.

Más tarde, Ped me explica que cuando juega el Everton, los taxistas Red llevan a los Blue a Goodison, mientras que a la semana siguiente son los Blues los que llevan a los Red a Anfield. Ped es un buen amigo de Liverpool, y que ejerció de cicerone en nuestra primera visita al hogar Toffee.

El taxista nos dejó en Walton Lane, de forma que al bajar, justo al bajar, pudiéramos descubrir el lema que nos recibe: Nil Satis Nisi Optimum (“sólo el mejor es lo bastante bueno”). Ya estaba sin palabras, los pelos como escarpias.

Recogidas las entradas, y tras presentar mis repetos al gran Dixie Dean, visita obligada a la tienda oficial, Everton 1: la camiseta del 10 se añade a mi colección, entre otros recuerdos. Aún quedan dos horas para que empiece el partido, pero un día de fútbol comienza justo ahora. Nos encontramos con Ped y su esposa, Sam, con los que fuimos al Bluekipper Lounge, un club de Toffees con solera, sito en la primera planta de un pub, el Westminster. Un partido viene a durar 6 horas, 2 previas en el pub, 2 en el campo y dos de postpartido de vuelta al pub. Un consejo: comed antes, creo que no tengo que explicar por qué.


Gente encantadora que nos recibió con los brazos abiertos. También se maravillaban de saber que había Toffees españoles (cada vez más gracias a la labor divulgadora de mi Dama), y por enésima vez expliqué cómo me había elegido el Everton (porque es el Everton el que te elige, tú sólo tomas conciencia de ello). Y conocimos a varios aficionados, como a Scotch Tommie, un entrañable veterano aficionado.

Y cuando se acercan las 3, a Goodison Park, la Vieja Dama, uno de los estadios más antiguos de Inglaterra (lo cual es decir del Mundo). Y se nota. Es viejo, muy viejo (y lo dice alguien que conoció Las Gaunas y Domecq), contrastan los accesos con torniquetes y lectores de códigos de barras con los asientos de madera, pequeños y con gruesas capas de pintura, videomarcadores donde seguir la transmisión del partido, con pilares que dificultan la visón… y es entrañable, algo difícil de explicar, hay que vivirlo.

El Informe Taylor dejó clara la necesidad de suprimir las localidades de pie, el alcohol en los estadios, obligando a un férreo control en los accesos y el objetivo de conseguir que un padre pudiera llevar a su hijo al fútbol sin peligro, se ha conseguido. Incluso conocimos a algún seguidor de los Wolves con su niño luciendo los colores de su equipo sin que nadie, absolutamente nadie, les increpase o les faltase al respeto.

El momento cumbre llega con la salida de los equipos al campo, quizás lo hayáis visto en televisión, con una musiquilla (Z Cars) que, en vivo, apenas es audible porque a la tercera nota el estadio estalla en una atronadora ovación.

Cielo gris, estadio azul, arrancó el debut liguero en Goodison frente a Wolverhampton Wanderers, los Wolves, que hicieron lo imposible por amargarme la experiencia, incluso empataron. Pero ni siquiera eso lo logró, porque la gente, entrañable, hizo que nos sintiéramos como en casa. Me muero por volver. Definitivamente, es un Viejo Gran Equipo al que animar.